Después de un sin fin de curvas angostas, sinuosas y con grandes colinas escarpadas, llegamos a Trevélez, un paraje único situado en el Parque Natural de Sierra Nevada.
Aquí, el tiempo se detiene, pero a la vez el viento corre fuerte entre el valle y en las faldas de la majestuosa montaña, reflejos de luz provocados por las primeras nieves iluminan los lugares de sombra.
Los pájaros, entre grandes castaños, sauces y nogales, surcan a su albedrío el brillante cielo libre de contaminación.
En la tierra de color verde esmeralda fluye un río de aguas cristalinas en el que se puede oír el romper del silencio.
Sus gentes de carácter, amables y cercanas abren las puertas y te reciben como un hijo.
Y uno se entrega, allá en lo más alto y sin lugar a dudas, el sitio donde queda concentrada toda la belleza de la Alpujarra… «Manuel Jesús Amate Martínez»
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